jueves, 7 de agosto de 2008

LA LUNA




Un zar, enamorado de la luna,
pidió al creador con ella desposarse,
puso a sus pies, todita su fortuna,
¡podía él, hasta este amor comprarse!


Vistió la luna, sus túnicas de oro,
radiante, fina, en su dulce resplandor,
fue su pureza, su mayor tesoro,
virginal regalo, para su señor.


Mas al llegar, sumisa a su destino,
llena de miedo paró frente al zar,
y con voz trémula, susurró a su oído,
el no estar dispuesta, el no poderle amar...!


La cólera del zar, atroz, fué tan terrible,
que condenó a la luna a la oscuridad!
Mas nunca tuvo miedo de su fatal destino,
pués allá en lo oscuro, ella brillaba más...


En las noches, la luna en aquel cautiverio,
más hermosa se hacía, irradiando esplendor,
puso Dios a sus pie un rosario de estrellas,
farolitos que alumbran todo rastro de amor!


Desde entonces la luna nos parece una novia,
que vestida de oro nos suele recordar
que un amor verdadero, con pasión, ¡es eterno!
y que no hay cosa alguna que lo pueda comprar.

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